Lucía (segundo cuento chino)

Lucía se pasó mucho tiempo llorando, muchas horas llorando, hasta que un día se quedó seca de tanto llorar y entonces agarró la botella de wisky para hidratarse y poder seguir llorando. Por las noches escribía en su diario y su vida estaba llena de borrones porque las lágrimas hacían que se corriera la tinta, y un día se quedó sin hojas, así que tuvo que ir a por más. Bajó a la tienda de la esquina. Bajó las escaleras y abrió la puerta de la entrada y salió a la calle y el aire le dio en la cara y un niño le golpeó sin querer las piernas con la pelota. Y siguió andando, y entró en la tienda, y le pidió al dependiente que si por favor podría darle una libreta nueva, y el dependiente se la dio, dos euros, y Lucía sacó una moneda del bolsillo de su abrigo y la dejó reposar sobre el tablero. Cogió la libreta y salió de la tienda y se encontró al niño y a la pelota, y a más niños con más pelotas, y todos los niños le daban con la pelota intentando llamar su atención pero ella seguía su camino, ignorando o ignorante, iba hacia su casa. Y abrió la puerta de entrada, y subió las escaleras y entró en su piso, y dejó la libreta sobre la mesa y el abrigo colgado en el perchero y abrió un armario de la cocina y sacó la botella de wisky y le dio un trago porque tenía sed y ansias de tristeza. Le echó una mirada a la libreta, que reposaba sobre la mesa, y pensó que esa noche volvería a escribir. 

N/A: No sé ni cuándo escribí esto... tendrá por lo menos dos años... madre mía, cómo pasa el tiempo