11.6.11

La Gelatina (primer cuento chino)

Le gusta la gelatina de fresa. Es transparente pero tiene color, como los vasos de casa de Almudena, y cuando miras a través de ella el mundo se ve distinto. Su madre tiene la piel rosada y sus brazos se convierten en los de un luchador de sumo, gordos, gordos. Parece un flan y cuando la mueves se tambalea sobre el plato como si tuviera el mal de sambito. Si la tocas, notas que es blanda y que tu dedo casi se hunde en la gelatina. Si lo hundes de verdad, se rompe y el dedo se queda dentro y parece un fiambre de color rosa. Es extraña su transparencia. Es como si estuviera allí pero a la vez no está porque se puede ver a través y se puede ver la nevera, y el televisor, y el horno donde se gratinan los macarrones. ‘¿Vas a comerte eso de una vez?’, le pregunta su madre y se refiere a la gelatina, porque la señala con un puntiagudo dedo. El niño coge la cucharita, que reposa a un lado del plato, a la derecha, y sobrevuela la gelatina un par de veces con la cuchara, como si fuera una avioneta. Le da pena resquebrajarla. Silba. Su madre se mueve instintivamente y se da la vuelta para mirar a su hijo. Se va a ir, se va a ir. Pero se agacha para mirar si los macarrones se están gratinando dentro del horno y luego se acerca a la pica para lavar algunos platos sucios. El niño vuelve a mirar su plato de gelatina. No va a irse. ‘¿Pero quieres hacer el favor de comerte eso ya, Carlos?’ Dibuja una pequeña incisura en el borde del flan bailarín. No parece que duela mucho. Recorta lentamente un trocito de gelatina rosa y se lo lleva a la boca. Sabe a nada y a jarabe. Si su jarabe supiera así de bien estaría siempre resfriado. Vuelve a atacar su flan transparente. Otra incisión, un corte en la parte superior. Ese duele más, seguro, es más grande. Nota un cosquilleo en su hombro derecho y se imagina una roncha de borde rojizo apareciéndole suavemente sobre la piel. Deja escapar un sonido de disgusto y se mira el hombro. Normal, está normal. Imaginaciones suyas. Se lleva de nuevo la cuchara a la boca. Jarabe y nada. Es un sabor transparente. Otra cucharada. Otra. Y otra más. La cabeza. El cuello. La panza. Le da la vuelta al plato. El cogote. La espalda. El culo. La sangre rosada va cubriendo el plato, es muy líquida, como agua, y rosa transparente, porque se ven los dibujos del plato. Los pies bailarines. Los dedos. El dedo meñique del pie izquierdo. Ha desaparecido. ‘¡Por fin!’, exclama la madre. Ahora ya nada se ve rosado, sólo el plato. La tele es una tele normal y el horno es normal y su madre ya no es una luchadora de sumo con unos brazos gigantescos. Ahora sólo hay aire y es transparente y no sabe a nada, ni siquiera a jarabe. Pasa su cuchara por encima del plato, como una avioneta. No hay nada que cortar, nada blando. Clava la cuchara en el aire y lucha contra la fuerza de gravedad, pero es mala contrincante y en seguida la gana. ‘¿Se puede saber qué estás haciendo?’, salta su madre mirándole con enojo. Tiene las comisuras de los labios caídas y la boca arrugada. El niño esconde sus manos debajo de la mesa. Su madre hace que no con la cabeza, pero no quiere decir ‘no’, sólo es un suspiro de resignación. Y lo de la cabeza, pura rutina. Su madre coge el plato de encima de la mesa, un rapto descarado, un robo. Lo esconde dentro de la pica, donde él no pueda verlo, y abre el grifo para que un chorro de agua se lleve la sangre de su víctima. Ya no hay pruebas para acusarlo. ‘Anda, vete a ver la tele’. Su madre, una vez más, le ha salvado la vida. Y ni siquiera se ha dado cuenta. 


5 comments :

Sarasa said...

Me gusta como se describen las cosas. Me es fácil imaginarlo todo así, es agradable.

Blanca G. said...

¡Hola, Airin!
No te preocupes, para nada me ha ofendido tu pregunta, es de lo más normal. La verdad es que si soy joven, bastante. Vamos, si lo dijera la mitad de mis seguidores dejarían de leerme jajaja :)
Me encanta esta entrada, escribes muy bien, has descrito todos los objetos de una manera detallista pero bonita.
Un beso, y gracias por mostrar tanto interés.
P.D: Sí, las fotos de iNeedChemicalX son geniales. Espero que no le moleste que las use en mis entradas, aunque con el link...

Velero said...

Un crimen dulce y delicioso.

Vaya, yo también voy sobrevolando por ahí los Fickr de la gente, pidiéndoles permiso para usar sus fotos, y no siempre contestan a mis gemidos.

A partir de ahora, la edad de Blanca será para todos una incógnita. Avisaremos a los de Anonymous para que asalten su ordenador y lo averiguen ...

P.D.: Yo quizás aparentaría la edad que tengo si no fuese por el bigote.

Albert said...

Me ha gustado, será por como describes, nose. Me gusta

Tritze said...

Está muy chula la descripción. ¿Piensas todo eso tu también? ¿O es pura y llana imaginación?