14.1.13

"Clarissa fills a vase with a dozen of the yellow roses"

Clarissa llena el jarrón [de cristal] con una docena de las rosas amarillas. Tumba el resto del ramo sobre la mesa y una se escapa del grupo para descansar sobre el frío suelo de mármol. La mujer, que no se ha dado cuenta, coge el jarrón con las dos manos y se dirige a la cocina. Desde la suela de su zapato derecho, un pétalo amarillo saluda al mundo antes de morir ahogado bajo el peso de una humana.

En la cocina, los platos se acumulan dentro del fregadero y alimentan a las hormigas. Pero Clarissa tampoco se da cuenta. Centrada en su ramillete de flores, la señora acude al grifo del agua caliente para deshidratar a las pobres plantas a base de vapor. Las flores se desmayan por el borde del recipiente, que se empaña con rapidez y hasta perece de color blanco.

Y Clarissa sigue sin darse cuenta. De regreso al comedor, nuestra protagonista abandona el jarrón de cristal -que ya ha recobrado su transparencia gracias al aire helado que entra por una ventana- y se sienta. En el camino vuelve a pisar los cuatro pétalos que quedaban de la pobre rosa amarilla. Estos se arrugan lentamente, con los bordes oscuros y las estrías sucias, mientras la vieja se duerme -para siempre- recostada en el sofá.


Todo empezó con "The Hours", de Michael Cunningham (página 123)

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